Señor te doy gracias infinitamente,
por guardarme en el
hueco de tu mano,
por haberme amado
cuando en medio del dolor:
me sentí morir, me sentí solo.
Pero tú estuviste ahí,
y cuando yo lloraba
pude recostarme
confiado en tu hombro;
y pude escuchar tu dulce voz.
Siempre me dijiste
que me amabas,
siempre me animaste a seguir.
Por eso, mi corazón
es tuyo, tuya mi alma,
tuyos mis sueños,
tuyos mis anhelos,
todo tuyo hasta el final.
Ni hoy, ni nunca me
Alejaré de tu presencia,
¿Cómo podría olvidarme de ti?
Si me has dado tanto bien, tanto amor.
Tienes mi lealtad, Mi Señor, Jesús.
Por la eternidad, soy tuyo para siempre.
Escrito por Hermes Alberto Carvajal
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